ENTRE LA ALARMA Y LA SEGURIDAD

Ahí es donde me encuentro, buscando un espacio entre la alarma permamente y la seguridad de dos niñas de cuatro años. Hace ya tres fines de semana Patricia se cayó, se hizo un chichón, una pequeña herida en la cabeza y un moratón en la cadera. El asunto no tendría más trascendencia si no fuera porque les advertí hasta en tres ocasiones para que se bajasen de la mesa en la que estaban subidas y se sentasen en el sofá. mi advertencia tuvo un "gran efecto": no me hicieron ni caso y claro pasó lo que pasó, no se cayeron de la mesa, pero sí de la silla en la que Patricia permanecía encaramada. Mamá hablaste de la mesa, no de la silla, debió pensar. Menos mal que tanto la mesa como la silla son de tamaño reducido.
Con todo el dolor de mi corazón reconozco que el golpe ha resultado más eficaz que cualquiera de mis "bájate", "no toques eso"... aunque todavía se despista y de vez en cuando trepa en algún mueble. Es posible que sea innato a la condición infantil ponerse en situaciones peligrosas, pero también lo es a la maternal (o paternal) tratar de evitarlo. Cuando eran más pequeñas protegíamos enchufes (todavía permanecen tapados), los cantos peligrosos, los mandos de la cocina... pero ahora ¿qué podemos hacer?
Creo que nuestro ámbito de acción queda reducido a tres actividades básicas:
  1. La explicación previa a la trastada. Cuando una prevé que resultará tremendamente atractivo subirse a determinado sitio peligroso, será cuestión de decir: ten cuidado que blablabla... la eficacia de esta explicación es bastante dudosa, por no decir inútil.
  2. La advertencia durante la trastada. En ese momento es cuando yo grito (aunque supongo que debe ser más eficaz no hacerlo). algo así:"¡Chiquílla, bájate de ahí!"; Pero ¿qué haces?; ¡suelta la cortina!... aunque pasada la sorpresa y el susto (para nosotros no para ellos) deberemos proceder a explicar lo que está haciendo mal. En mi opinión no es tanto cuestión de asustarlas hasta límites insospechadas, porque si uno exagera corre el riesgo de que acaben por no hacerle caso. Por cierto que eso que dicen las abuelas de que se te puede caer determinado tipo de cortinas encima es completamente cierto. En caso de duda preguntar al dependiente de la Pollería Portuguesa que le sucedió a cierta gemela con gafas hace un par de semanas.
  3. Apartarlos de forma inmediata y física de eso que están haciendo y que sabemos les va a dañar. Bueno, en esto reconozco que fallé el sábado. Supongo que es lo más aconsejable: quitarles tal cosa que tienen en la mano, bajarlos del aparador (sí, sí como lo digo), moverlos desde la silla al sofá, sacarlo de entres las cortinas...
Luego queda el aprender después del porrazo, que es lo más doloroso, como le sucedió a Patricia el otro día. Poco recomendable según en que ocasiones.
En fin paciencia, respiraciones profundas y uñas cortas (para evitar clavárnoslas en los brazos y hacernos daño, que las madres también somos personas)